Escuchando esa canción que tanto detestas me doy cuenta de los estragos que el tiempo ha causado en mi. Una vez la bailaba con soltura, hoy sinceramente me disgusta. Antes odiaba esas pausas que haces al hablar, tu oído problemático, tus falta de detalles, ahora tu intento de sonrisa, me parece tierna. No me molesta repetirte hasta cien veces si es necesario, espero a que termines de explicar.
Por ti aprendí a aceptar a los demás como son, a navegar en los cielos lluviosos a caminar sobre el mar, a simplemente amar. Después de tantos momentos tormentosos, de tantas vivencias maravillosas, queda muy poco de ti que no se haya guardado por aquí. Si hasta al mirarte, creo verme en ti. A lo mejor sea un defecto de esos de los que causa la costumbre, nada de qué preocuparse mi vida, no ha sido en vano.
Aún tengo tu mirada como mi lucero predilecto, aún espero tu llegada con anhelo. Cada vez que me abrazas, siento el mismo cielo y cuando hablas amor, cuando me hablas así de cerca escucho al universo, ese vacío eterno en donde nace toda galaxia, donde vuelve el alma al cuerpo.
Por un túnel oscuro, lleno de miedos, vas sumergiéndote hasta llegar justo al final, a lo más recóndito de mis adentros. Así como el océano pacífico, inmenso, misterioso, solo tú lo conoces. Has sabido guardar tan bien el secreto que ni me lo has contado, otras de las razones por las cuales me tienes tan atada, has logrado conocerme primero que yo misma, aún así respetaste el proceso, esperaste, te quedaste. Por ello te doy gracias.
Marifa