Desconocía las cualidades que escondía tras esa puerta, esa misma que abrí, por curiosidad. «La curiosidad mató al gato», y aunque poco tenga de felino, a mi usted me tiene agonizando, implorándole al Dios del cielo cinco, al menos, cinco segundos frente de esos, esos sus ojos aterciopelados que no he dejado de repetir enSigue leyendo «La puerta»