Esas conversaciones, las estúpidas conversaciones,
esa risa, la cándida risa,
esa voz, el dulce timbre de tu voz,
la ilusión, toda esa ilusión de la cual estuve consciente,
que disfrutaba, que disfruté, las extraño, mucho,
juego con la idea de que algún día me sorprenderás con un «Hola, ¿Cómo estás? ¡Cuánto tiempo!»,
entonces, hablaríamos hasta más no poder,
se nos pasarían las horas entre carritos públicos,
metro, trabajo y baño,
llegaría la noche, nos despediríamos,
«Duerme lindo, bruja», me dirías, «Descansa, adivino», respondería,
en sueños volaríamos donde nuestros deseos quisieran,
bailaríamos un poco, con todo y tus pies izquierdos,
uniríamos nuestros cuerpos hasta que el calor nos hiciera sudar,
con la piel adornada de rojo carmesí, recitaríamos a Buesa, a Drexler, a Chocolate…
sonaría la alarma, 6:35 a.m.
entraría el mensaje, «Bonjour, ¿Cómo te amanece?»,
se repetiría el cuento, una y otra vez, una y otra vez…
permanece la ilusión y los sueños,
de lo otro, pues, no queda nada,
nunca supe si de verdad lo sentiste así, o todo me lo inventé yo,
mientras duró, funcionó.
Marifa
Pintura: «Expresión al atardecer» de Caludet Monet.