Y hubo dos almas traviesas que, por aras
del destino, se fusionaron en una estrella.
Una de ellas dulce y clara como las aguas del cielo,
la otra era intimidante, con suaves toques se misterio.
Libres viajaban por corrientes galácticas,
buscando algo que no entendían.
La dulce con los aros de Saturno jugaba,
la intimidante entonces cansada,
en Marte encontró reposo.
Y hubo un día en que la dulce
decidió cambiar camino,
en realidad se extravió,
mas no le gusta decirlo.
En una esquina, cerca del sol, una esfera radiante
le sorprendió. se trataba de la madre tierra, un planeta bordeado de todos verdes, azules y blancos algodones.
La emoción de ella se apoderó.
Empezó a saltar de un lado para el otro,
tiñendo de colores todo lo que le rodeaba.
La intimidante se había rendido,
y en una nube lloraba,
súbitamente un celaje molesto le hiso voltearse.
Cual si hubiera visto una nebulosa, quedó maravillada
con los matices que de aquel ser emanaban.
Taciturna, sigilosa, con premura,
fue acercándose aquella fiesta.
Tuvo miedo, no tenía experiencia,
jamás había conocido a nadie,
ni siquiera sabía lo que era conocer,
mas ese día lo hiso, y de qué manera.
Mientras flotaba hacia la luz viva,
su energía se fundía con la adversa.
Ella sonríe, la otra baila,
acuarelas pintorreaban
el espacio sideral.
Azul, blanco, amarillo,
ya todo estuvo unido.
Y hubo dos almas traviesas que por aras
del destino se fusionaron en una estrella,
cada noche alumbran el firmamento enviando
mensajes a todo el que ama.
Corrientes de mar susurran su historia
a los hombres que en la hermosa tierra habitan.
Enamorados le buscan, en las noches tibias,
para que les muestren, la llave de la vida.
Marifa
Indirectas, cuantas indirectas…
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De veras, eso sientes?
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Yep, después de escribir muchas creo que puedo entreverlas…
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