Entre las yemas de mis dedos se esconden historias. Algunas vanas, otras maravillosas. Algunas de amor, otras de sueños. Algunas de perdón, otras de arrepentimiento.
Huellas dactilares perpetuas de vidas que no logro recordar, pero que allí estuvieron. Las siento sin querer y con tal sobresalto, que provoca que mi piel se emblandezca.
Entre las palmas de mis manos guardo memorias. Esas sí las recuerdo con perspicacia, porque son tristes, inocentes, retrato indeleble de mis tempranas andanzas en este mundo de injustos.
Los callos duelen, de cuando en vez y de vez en cuanto. No logro imaginar qué sería de mí sin ellos, se han convertido en compañeros. Algunos han ido desapareciendo.
Estas grandes manos, evocadoras de realidad y trazos de creatividad, son resultado de dos escaños: La tortura del conocimiento y la ternura de la sabiduría.
Aún falta camino, lo se. Si mis manos no me faltan, bajo el amparo del Altísimo, seguiré acumulando callos y sosteniendo las varas de mi destino.
Marifa