Hay quienes llegan a tu vida para darte una lección de humanidad,que con una sonrisa muestran todo lo que tienen dentro. Pequeños ángeles que irradian luz, así como Don Miguel, quien hizo de mi fin de semana una experiencia inolvidable.
»Uste’ verá que se va ir con un cariño conmigo», esa fue su bienvenida, y tuvo razón, porque es imposible dejar de apreciar su corazón suave, como el aroma de las rosas frescas.
Una vez le permites entrar, te repite sin cesar: »uste’ es mi amiga», »uste’ tiene mucho repeto conmigo», »pase a visitame cuando vuelva», compromiso, que no estás seguro de cumplir, y que ansías hacer.
Con 53 años es encargado de velar por el cuidado del complejo ubicado en Jarabacoa, República Dominicana, provincia que le vio nacer, y de la cual no piensa salir »nunca».
Pasa seis de los siete días de la semana solo. Cuando le preguntas si se siente incómodo, o si le da miedo responde que: »Dios está conmigo».
Ya a las 6:00 p.m. está arreglado para recibir la noche, pues »hay que mantenerse buen mozo», y en efecto, lo hace. Sin embargo, es su mirada lo que más llama la atención.
Ojos grandes, cual peseta de 10, claros, profundos y dulces. Ni una gota de malicia habita en él, pero eso sí, es algo orgulloso. Deja que pruebes tus capacidades, y si fallas, te enseña como es que se hace »bien y que dure mucho», me refiero a las fogatas.
Se planeó hacer una el primer día y como había muchos jóvenes, les mandamos a buscar leña. Don Miguel les señaló donde estaban, y después de insistir, salieron y trajeron unas cuantas.
Al rato llega Miguel con cara de preocupado y vociferando, » ay Dio’ esos muchachos no tienen ahínco, desiguaron las pobres ciguitas, la dejaron sin lugar donde anidá», mis compañeros estaban en el piso de la risa, yo también.
Resulta que en vez de tomar las ramas secas, quitaron algunas que no estaban tan secas, así de sencillo. El espectáculo no quedó ahí, faltaba lo más importante: colocar los palos para la hoguera.
Como antes, no se ofreció. Esperó que hicieran un esfuerzo, (muy mínimo por cierto), para utilizar las tres o cuatro ramas que quitaron de las »ciguitas», y después dio cátedra.
Esa noche no se pudo encender el intento de fogata, porque llovió a cántaros, pero al día siguiente Miguel se encargó de todo.
Se vistió apropiado para la ocasión , lo perdí de vista un un tiempo y entretuve con otras coas. Al rato, volvió con un cargamento de madera, que además incluía bambúes súper altos (con efecto de sonido), todo el solito. No tuvo que decir nada, pero los demás quedaron abochornados, y claro, nos burlamos de ellos, solo un poco, bueno mucho, pero que más da, disfrutamos de una hermosa velada, que finalizó con oración. Una bendición de Dios, por lo que hay que dar gracias.
Hice un nuevo amigo, de los buenos, de los que se quedan. De los que son únicos.